viernes, 22 de septiembre de 2017

Un comentario a partir de lo de Nisman


Desde que salió la primera noticia sobre que se entregaría el informe de Gendarmería en el que se determinaría que el Fiscal fue asesinado, pensé en escribir algo, pero me está costando dedicar tiempo a una tarea que, pienso, es bastante infructuosa: pelear espacios de comunicación tratando de comentar temas que ayuden a la gente a entender mejor la realidad. 

Para explicar esto que digo, citaré algunos posteos que origina Patricia Slukich comentando la noticia de abajo: 


Clarín remarcó que Indalo vendería sus medios a Terranova:

P. Slukich: Si esta noticia es cierta (casi -casi, eh- puedo confirmar que sí) terminará cristalizándose el proceso que comenzó hace unos años del pensamiento único massmediático en la Argentina. Solo quedarán, para hacer PERIODISMO, los espacios residuales y marginales del sistema mediático.

Agrega:  "En términos más sociológicos la cuestión sería: si los medios no sólo son agencia (actores conscientes, troqueladores de la agenda pública) sino también reflejo del estado de conciencia y organización de grupos sociales, entonces ¿cuál es la representación en la institucionalidad de los medios del 65% de los argentinos que no vota a Cambiemos (y que, huelga decirlo, excede con creces al kirchnerismo)? ¿acaso no es ese un mercado de puntos de vista, de ideas y de identificaciones más vasto que el que interpelan Indalo Media y el Grupo Octubre en el sector de medios comerciales masivos? ¿cómo gestionan estos grupos, variopintos y heterogéneos, lo que Aníbal Ford llamaría sus necesidades sociales de infocomunicación?", escribe Martín Becerra

Lilian Modon: pareciera que quieren invisibilizar a los que no consumimos Tinelli, Susana, Mirtha, TN, Intratables y toda la tele cosificante que te bombardea cada día. Ni en mis peores desvaríos pensé que viviría esta pesadilla y que los medios de comunicación alcanzarían un poder de tal magnitud.


No es fácil juntar fuerzas para intentar pelear contra esto, pero, también actúa el convencimiento de que hay que dar pelea. No podemos aceptar que el sistema de vida por el que hemos luchado siempre y nos ha costado mucho, sea destruido por estos proyectos neoliberales -en apariencia, porque en realidad son el intento de las Corporaciones de concentrar el poder suficiente para seguir desarrollando sus proyectos económicos a costa de la pobreza de la enorme mayoría del mundo.

Es la libertad, la real, no ficticia, la que está en juego, y hay que luchar con ella. Tengo setenta y un años, y no pensaba que tendría que seguir en la brecha que elegí desde los dieciocho años, la de los que tienen menos, la de los oprimidos, pero no tengo dudas: hay que pelear por nuestros derechos, porque vienen por todo, aquí, y en otros países, como en Brasil.

Después de que leí algunas cosas de lo mucho que se escribió cuando murió Nisman, llegué a algunas conclusiones, seguramente obvias, pero que quiero reflotar en estos momentos en que se volverá a lanzar un enorme ataque mediático a partir de este tema, y en medio de la campaña pre electoral.

Primero, me pareció más verosímil que lo hubieran matado que se hubiera suicidado, porque era evidente que había sido un trabajo de gente de los Servicios de Inteligencia (no digo de los Servicios porque no sabemos cuánto tuvo de institucional); por lo tanto, este resultado de Gendarmería no me resultó sorpresivo.

Segundo, el entramado de la historia de Nisman y de su muerte me pareció tan complejo que no estimo probable que sepamos la verdad: la misma causa AMIA, los pagos recibidos por el Fiscal, la actuación de personajes importantes de Israel (pagos incluidos), el rol de Lagomarsino, de la madre de Nisman, de su esposa, el tiempo pasado con la investigación, las inconsistencias del informe que habría causado su muerte, los personajes como Stiusso y otros miembros de los Servicios. Agreguemos la impericia con que se hizo la investigación de su muerte, por incapacidad, o intención (es inevitable pensar en el caso de la desaparición forzosa de Santiago Maldonado), los intereses internacionales, entre otras cosas, y no creo fácil que nos enteremos de lo que sucedió con Nisman.

Tercero, alrededor de esta muerte se desarrollaron relatos -y post verdades- interesados, para los que la situación original solo tenía valor relativo, y mucho de lo que conocemos hoy tiene que ver con esa construcción, en definitiva ficticia, que hoy reemplaza a la realidad verdadera, que ya no importa mucho, ya que lo que interesa no es lo que pasa o pasó, sino lo que se presenta y cree la sociedad, que deviene en verdad, porque a partir de esas creencias toma decisiones y partidismos.

Cuarto, no me parece casual que, justo, justo, el informe sobre Nisman salga cuando la evolución del caso de la desaparición forzosa de Santiago Maldonado hace insostenible todo lo que ha hecho el Gobierno desde el Ministerio de Patricia Bullrich, la actuación de Gendarmería y de la Justicia (bueno, es el nombre común, ¿no?).

Hoy se escuchan audios que incriminan a los Gendarmes, sacaron de la causa al Juez Otranto, se sabe todo lo que está haciendo Lewis y Benetton para echar a los mapuches y consolidar su propiedad sobre ese territorio argentino. Si analizo todo esto desde los planteos con que comencé la entrada, no es de extrañar que mucha gente va a hacer suyo que a Nisman lo mató Cristina, como dijo Lilita Carrió, con la inimputabilidad que detenta, que los mapuches son fuerzas de tareas formadas por las FARC, el ISIS -hoy el impresentable Pichetto agregó a Sendero Luminoso y habló de proto montonerismo-, aunque haya cosas absurdas que cualquier persona sensata, con un mínimo de información rechazaría, sin dudar.

Esto lo escribo para ese 65% de argentinos que no comparten el proyecto político profundo (el de verdad, no el de las mentiras cotidianas) del macrismo que quieren un país bueno para la mayoría, y lo hago porque creo que es parte de la obligación que marca mi puesto de lucha por una Argentina justa, libre y soberana como marcan mis convicciones peronistas, junto a todos y todas los /las que profesan una vocación progresista.

Seamos conscientes de que todavía somos muchos, pero una minoría poderosa nos está quitando las conquistas que supimos conseguir.


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