jueves, 6 de abril de 2017

¿Cuánto resistirá la clase media? (Segunda entrada) De marchas, paros y piquetes: es la lucha.



Escribo esto porque desde el 24 de marzo en que escribí la Primera, han sucedido hechos destacables y se han visualizado actitudes y reacciones de la gente que vale la pena comentar.
Ya han ocurrido las multitudinarias –en más o en menos, pero todas lo han sido- manifestaciones, descriptas así por Clarín:
“La cronología arrojó como saldo dos enormes movilizaciones de los docentes (una de carácter federal); una por el día internacional de la mujer (politizada como nunca); una de la Confederación General del Trabajo (CGT) con final escandaloso; otra de repudio al golpe del 24 de marzo segmentada en tres partes; la de la Confederación de Trabajadores de la Argentina (CTA) que unió al kirchnerismo con la izquierda; la del último sábado convocada a través de las redes sociales bajo la mano solapada del macrismo. Mañana está la huelga nacional cegetista y de nuevo el activismo callejero de la CTA.” (Sobran las marchas, escasea la política, Eduardo van der Kooy, 5/4/2017)
Más allá de la visión sesgada del periodista, me interesa el título, no tanto por lo de la sobreabundancia de las marchas, sino por lo de la escasez de la política, que achaca en gran manera a los dirigentes sindicales. En realidad, los responsables de las políticas son los Gobiernos, y en este caso, es este Gobierno es el que ha puesto en marcha y desarrollado una política que beneficia al 1% de los argentinos (ejemplo, el consumo de leche cayó un 40% y el de BMW, creció un 380%, y hay más, demasiado más). La frase, viralizada a través de las redes, de que es el momento de trabajar para que el país progrese y no el de parar, es de un cinismo enorme, y llama la atención de que una buena parte del 30% (históricamente antiperonista, encendidamente antiK, y hoy, macrista, por las razones anteriores sobre todo) se contagie, con la mayor de las cegueras posible, de esta visión psicótica de Macri y Peña que habla de un país que no es real, y que hoy paró (digan lo que digan, Argentina paró en un 90%, y, muchos de ellos votaron a Macri)
Es cierto, la marcha, y las luchas en general no arreglan nada, pero no es ese su objetivo, porque se dan cuando los instrumentos previstos para solucionar problemas no funcionan: o no hay paritarias o hay con techos muy por debajo de lo que el mismo Gobierno prevé, o seudo diálogos o negociaciones para ganar tiempo, o acuerdos espurios y vergonzosos contra los intereses del pueblo (hoy, el presidente Macri por DNU acaba de resignar la soberanía jurisdiccional a favor del Reino Unido de Inglaterra. En lo sucesivo los diferendos sobre la deuda externa serán resueltos por la justicia de EEUU o Inglaterra.), o mano libre a las fuerzas de represión, y cuántas otras cosas más se podrían citar. La lucha no va a cesar, porque el Gobierno no va cambiar su modelo, porque llegó para eso, además sus dirigentes, con Macri a la cabeza, son unos ciegos insensatos que no ven o no quieren ver que van hacia el precipicio.
Carlos Fara (7 Miradas: http://7miradas.com/marchas-marchitas/) piensa por todo esto, que nada va cambiar y se preguntaba (allá por principios de Marzo):
“¿Cómo sigue la película? Cuando las estrategias de los respectivos actores no cambian el escenario, el que tiene más poder conserva la primacía. En este caso el que tiene más poder es el gobierno, política, material y mediáticamente: la política económica no va a cambiar de aquí a las elecciones.
Cuando se cristaliza cierto status quo, el que tiene menos poder debería replantearse la estrategia. Cosa que por ahora tampoco sucederá, ya que el paro general –ya comprometido- muy probablemente se lleve a cabo, salvo que el gobierno encuentre un cebo para frenarlo.
Si el paro se realiza y tiene éxito de convocatoria (lo más probable, dado que se frenaría todo el sistema de transporte), tampoco cambiarán las cosas. El gobierno dirá que fue una actitud equivocada, “que atrasa”, y que la solución a los problemas argentinos es otra (quizá agitando cierto anti peronismo). Resultado: el que tiene más poder sigue conservando la primacía.
Hasta aquí no hay mucha novedad, ya que cada endurecimiento del sindicalismo lo va a fortalecer al gobierno frente a su propio voto duro (“los forajidos le quieren hacer la vida imposible” dirán).
Pero el problema es más complejo que la foto del sindicalismo y sectores K en la calle. La foto que realmente importa es la de la gente. Y ahí es donde el gobierno está teniendo problemas –que se siguen alimentando semana a semana por las sospechas de más “conflictos de intereses”- con el telón de fondo de una economía que a los ojos de la sociedad no arranca (y quizá nunca se sienta mucho en la calle).
Claro que la complicación no termina ahí, porque “el círculo rojo también existe”. La imagen de no futbol, no clases, no consumo repuntando genera en empresarios políticos, periodistas, analistas, etc. la sensación que algo no anda bien con la estrategia política de la administración Macri.”
Es un panorama sombrío, sobre todo porque los pronósticos son mucho peores de lo que Fara insinúa, y, sobre todo, porque no se ve en el horizonte nada que haga pensar en un cambio en este rumbo hacia el desastre.
Creo que la marcha del 1 de abril envalentonó al Gobierno, y lo animó, no solo a continuar con su proyecto de Gobierno –pareciera que nunca dudó de eso-, sino que se animó a disciplinar a los que se opongan en la calle (o en cualquier lugar, fíjense en las medidas que tomaron con los jueces que se opusieron, ahora contra la Jueza Dora Temis). Fue una represión dura, al mejor estilo de los “pacos” chilenos, con su impronta pinochetista. Es un camino peligroso, cuando se le suelta la mano a las fuerzas de seguridad, solo queda rezar para que no muera alguien, y si eso pasa, sabemos cómo sigue. A los argentinos no los paró la represión, ni la de los milicos fusiladores, pero los costos siempre fueron terribles.
En Zuleta sin techo, Ignacio afirma que aquella marcha confirma que –lo cree él, un operador del Gobierno, y el Gobierno también- Cambiemos conserva el voto del 33% de la primera vuelta del 2015, aunque refiriéndolo principalmente a la burguesía urbana.
Pienso que, en el estado actual de la situación social a causa de las consecuencias del plan económico macrista, un 33% es muy optimista, pero hay que tener en cuenta algo: el 25% –algunos llegan al 30% , pero me parece mucho- de la población argentina jamás votó, ni votará al peronismo, desde los moderados hasta los de “Viva el cáncer”, cuando murió Evita, o los de: “Néstor te olvidaste de Cristina” (no creo que haga falta aclarar). Incluyo también a los que piensan que el problema fue que los militares no mataron a todos los que tenían que matar (hay testimonios de algunos en la marcha del 1 de abril), y a los Radicales, como lo demuestra la Historia.
Conclusión: el macrismo es básicamente anti peronista, y es muy improbable que eso cambie en una elección de medio término. Es muy factible, y es una lógica común de la burguesía urbana a que alude Fara, que se trasladen votos a la izquierda, sin otra justificación que la decepción de las expectativas.
Es imposible saber qué va a hacer el gran arco que incluye a todo el peronismo y sectores que suelen acompañarlo; si hubiera acuerdo en un Frente progresista sería muy importante, porque significaría comenzar a transitar el camino que llevaría a construir un proyecto político progresista, inclusivo y solidario con los otros países latinoamericanos con los que se puede construir un proyecto semejante.
Por lo tanto, es probable que el macrismo ande cerca de lo que buscan: empate o perder por poco, pero ese no es la solución. Si esto sucede, se sentirán envalentonados para ir más a fondo con el ajuste (sí, todavía más, y me tiemblan las manos al escribirlo), y entonces no hay modo de no pensar en un final desastroso.
He vivido muchas crisis –tengo setenta años-, y no quiero otras, por eso rezo todos los días para que este Gobierno encuentre las soluciones que necesita Argentina, pero esta es una película que ya vi, pareciera.
El problema será para esta burguesía, el llamado “propio voto duro”, cuando ya no pueda evitar hacerse cargo de las consecuencias en su vida personal de los resultados logrados por este Gobierno.