martes, 16 de mayo de 2017

El trabajo del futuro (mañana)

Suelo leer los domingos las opiniones internacionales del Diario Los Andes, un poco escapando a la cohorte de columnistas que alaban al macrismo, ensalzan el antipopulismo y critican a la gestión peronista, y encontré esta nota de Fiedman ("Ser dueños del propio futuro", Thomas L. Friedman - Servicio de noticias The New York Times © 2017) en la que se plantea el viejo tema de la formación para el trabajo. Algo he mencionado sobre este problema en mi blog (domingo, 4 de diciembre de 2016, La Globalización, hoy, a partir de una nota de Carlos La Rosa), pero, como el tema es fundamental, quiero agregar algo más.


Friedman dice:
"Voy a dar detalles con algunas cuantas conversaciones, empezando con Brian Krzanich, el alto ejecutivo de Intel, quien hace poco me hizo esta observación: "Yo creo que mis nietos no manejarán".
Dado que tiene hijas adolescentes, eso significa que los vehículos autónomos deberían estar circulando ya en 25 años, momento en el que ya no se "conducirá" el coche, sino que se programará en un teléfono, o un reloj, o unos anteojos inteligentes. Suena divertido, a menos que se sea uno de los millones que se ganan la vida manejando camiones o taxis.
Sin embargo, tampoco hay que pensar que se está seguro si se es contador."
Esto viene ocurriendo hace bastante, pero la aceleración de los cambios tecnológicos lo va haciendo cada vez más dramático. El mismo Friedman cita a un funcionario de Intel que indica que: "su principal microprocesador eficaz hoy es el chip de 14 nanómetros que introdujo en el 2014. Contiene 37,5 millones de transistores por milímetro cuadrado. Para finales del 2017, gracias a la Ley de Moore, Intel empezará a producir un chip de 10 nanómetros que contendrá "100 millones de transistores por milímetro cuadrado; más del doble de la densidad anterior, con menos calor y menos uso de energía". Si nos maravillamos hoy de lo que se hace en robótica, electrónica, inteligencia artificial, etc., es casi inimaginable el mundo del futuro, pero no dentro de veinte años, sino -pongamos- en el 2020.
Un primer comentario sería sobre los sistemas educativos y sobre el modo que preparan a la sociedad para enfrentarse a este trabajo altamente calificado. En general, no están resolviendo el problema, en primer lugar, porque es muy complicado resolverlo desde el aparato educativo, con todas las asimetrías y heteogeneidad de la sociedad actual, más allá de las diferencias de los países; en segundo, porque resolverlo significaría contar con una estrategia educativa de largo plazo, con una Política de Estado que cuente con los recursos presupuestarios necesarios (la Educación no es barata: son muchos alumnos, son muchos docentes). Vayamos a Argentina: no hemos tenido nunca esa persistencia de políticas educativas, es más, se pueden ver ahora las diferencias entre lo que se hizo durante la gestión peronista (y no me olvido de lo que faltó, o no se hizo) y el Gobierno actual. Está claro que no se está pensando en que la sociedad en su conjunto tenga acceso a la Educación que necesita para trabajar en este mundo, hoy y mañana. Esta Educación calificada es para pocos, para los que puedan pagarla, y no hacen falta tantas Universidades públicas (lo dijo Macri, y calificó como locura abrir tantas, como se hizo en la gestión anterior).
Ahora bien, el problema es que en general, el modelo educativo de las sociedades contemporáneas es así, y a eso tiende el Gobierno actual: no hay Educación, ni sistemas de Salud, ni casas, ni trabajo de calidad para la población de menos recursos, o sea para la mayoría que no pertenece a la franja privilegiada que se reparte más del 80% (dicho con generosidad) de las riquezas del mundo.
La Argentina todavía mantiene algunas diferencias positivas, producto de Políticas que impulsaron la Educación y la Salud públicas, como la Universidad pública, por ejemplo, pero ha retrocedido en la calidad de los servicios, y en otros indicadores sociales de calidad de vida.
El objetivo de esta entrada es que pensemos, en este año electoral, de la necesidad de que quienes se dedican a la Política se planteen este tema, y varios otros relacionados con mejorar cómo vivimos, y les pidamos propuestas. Hemos retrocedido en esta primera etapa del Gobierno macrista: podemos comprar menos cosas, se han perdido puestos de trabajo, se han cerrado negocios, empresas y fábricas. Por supuesto, la Educación está peor que antes, y estamos más lejos todavía de acceder a las habilidades y capacidades que nos permitirían enfrentar con éxito ese mundo que nos describe Friedman. Se trata de nuestra supervivencia como Sociedad, y tenemos que ser conscientes de todo lo que nos estamos jugando.
Si no lo hacemos, y no nos ponemos como prioridad que Argentina mejore en todo lo que necesitamos para vivir como creemos que vale la pena vivir, llegará un momento que ese mundo será inaccesible para la gran mayoría de nosotros. Y estoy hablando de nuestros hijos, y de los hijos de nuestros hijos, en Argentina, no en África, ni en lugares en los que la clase media y baja -no hablo de los excluidos- nunca tuvo posibilidades de una vida digna. No tenemos otra opción que pelear por la vida que queremos.