viernes, 10 de marzo de 2017

La verdadera grieta


En una anterior entrada (La grieta y las redes sociales) planteé que el concepto de grieta había sido acuñado por Lanata en el 2013 en el marco de la caracterización descalificadora con que se enfrentó al kirchnerismo (por lo demás, la estrategia fue fácticamente exitosa, y llevó a Macri a la Presidencia de los Argentinos). Sin embargo, hay que aclarar que la grieta, como representación de un mundo dividido entre excluidos e incluidos, existió siempre en el mundo. No voy a intentar desarrollar el tema desde lo teórico (además, es muy complejo), sino una pequeña caracterización para plantear el tema hoy. La Comisión Europea, en el 2003, establece: “Exclusión social es un proceso que relega a algunas personas al margen de la sociedad y les impide participar plenamente debido a su pobreza, a la falta de competencias básicas y oportunidades de aprendizaje permanente, o por motivos de discriminación. Esto las aleja de las oportunidades de empleo, percepción de ingresos y educación, así como de las redes y actividades de las comunidades. Tienen poco acceso a los organismos de poder y decisión y, por ello, se sienten indefensos e incapaces de asumir el control de las decisiones que les afectan en su vida cotidiana.” 
Me interesan los rasgos de la caracterización, y las consecuencias, porque noto que, muchas veces, en el contexto de nuestra clase media urbana, no se comprenden. Ayer en un programa radial en el que se trató el informe del Observatorio de la Deuda Social en Argentina, (Universidad Católica Argentina), las intervenciones de los oyentes eran del tipo: "lo que pasa es que no quieren trabajar, la culpa de todo esto la tienen los planes sociales, que crían vagos", y hasta el insólito "hay pobres por elección". Soy consciente de que el término exclusión ha perdido el impulso de los '80, y hoy se habla de pobreza e indigencia (como en el informe mencionado arriba), pero me resulta útil hacer visualizar que los excluidos (en esta entrada no los diferencio de los pobres), por ejemplo, no tienen educación, ni competencias laborales, son marginales y discriminados. O sea, que son altamente vulnerables, como la mayoría de los que pueblan nuestras cárceles, viven en lugares precarios y peligrosos, fueron mal alimentados, y sus entornos familiares son inestables y poco aptos para colaborar con un desarrollo espiritual y moral (ni hablemos del físico), que permita su inserción positiva en la sociedad. Esto no es nuevo (pobres ha habido siempre, es una frase común), pero desde hace un buen tiempo la situación ha desmejorado en mucho. Carlos La Rosa, en una charla que dio hace mucho en Alvear, explicaba que antes los pobres (usando la figura de un triángulo) ocupaban la base, pero estaban adentro, y compartían el sistema de valores con los que tenían más, o sea eran parte del mismo mundo. La novedad que trae la exclusión, es que los incluidos y excluidos están en dos franjas paralelas, con sistemas de valores distintos (y otras muchas cosas más). Por eso, la frase, cuando alguien mata a una persona en un robo, de que por qué lo mató por un celular, o por nada, indica que no se comprende esto de que el excluido vive en un mundo distinto del nuestro, con otros valores y costumbres. 
No recuerdo qué fechas indicó para este cambio, pero creo que en Argentina se pueden identificar ciertos hitos históricos. El Proceso de Reorganización Nacional, además de sus delitos de lesa humanidad, puso en marcha un proceso de exclusión popular acentuado y extenso y los '90 y el menemismo lo profundizaron. Hoy, Carmelo Cortese, también en la radio, planteaba el tema de que los factores estructurales de la pobreza, como la concentración económica y el mercado del trabajo, no fueron corregidos por los Gobiernos posteriores, y por eso la cantidad de pobres no cambió como habría sido necesario para transformar positivamente nuestra sociedad. En estos momentos, el macrismo está desarrollando una nueva etapa, con todos los rasgos de las sociedades capitalistas: concentración de la riqueza, desempleo, destrucción de  las PYMES y mini PYMES, desatención de las actividades del Estado que podrían mejorar la situación o atenuar sus consecuencias. Está claro que esto no va a mejorar a la brevedad (ni mucho menos), y ya los discursos oficiales hablan de diez años. 
Nuestra clase media urbana debería comprender esto, que ésta es la grieta verdadera, y la que amenaza nuestro modo de vivir. Sobran los ejemplos en el mundo de las consecuencias nefastas de las políticas neoliberales. Las reacciones de pedir mano dura, de echar a los extranjeros, de atacar a los progresistas son una mala respuesta. Esa clase media no es la que tiene el poder, ni la riqueza, ni tiene defensa ante todas situaciones (las de arriba y las de abajo). Debería reflexionar en esto, aunque no hay nada que me haga esperarlo con optimismo.
Un tema adicional es que esto es Argentina, y tenemos una larga historia de luchas populares, aun enfrentando a las armas -la frase de que este modelo no cierra sin represión, me parece válida, y ya hay varios ejemplos. No me parece que vayamos a renunciar mansamente a las conquistas sociales que supimos conseguir. También es cierto que hoy el mundo es complejo: que hay estrategias comunicacionales, que incluyen los medios convencionales y también las TICs, como las redes sociales, que permiten crear tendencias y manejar muchos hechos, pero, cuando se rompan los diques, el agua nos va a llegar a todos.