El concepto de la
"grieta" fue acuñado por el periodista Jorge Lanata en 2013. Para
algunos, este fenómeno no se producía desde el final de la primera etapa de
Gobierno del General Juan Domingo Perón (1946-1955).
Para los anti K existe una real
división de la sociedad argentina en su conjunto. De acuerdo con algún analista
de este tema, los Kirchner encontraron una sociedad tradicionalmente muy
politizada y profundizaron estas diferencias con un mensaje de confrontación.
“Para confirmar su identidad
política, el kirchnerismo hizo un fuerte énfasis entre el 'ellos' y el
'nosotros' y lo transformaron en la diferencia entre el amigo y enemigo que es
todo aquel que no piensa como uno" (Orlando D´Adamo, director del Centro
de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano).
Personalmente, como Peronista,
también sentí después del triunfo de Macri, que habíamos vuelto a la época de
“Viva el cáncer”, de un anti peronismo profundo y gorila, cargado de odio, ese
del que el único peronista bueno es el peronista muerto. Sin embargo, yo llegué
al Peronismo en 1973, como muchos otros, y ya era una realidad distinta. Es
cierto que en las Presidencias de Cristina reapareció en algunos sectores
sociales de nuestra clase media urbana el sentimiento antiperonista (recordemos
las cosas que se veían y decían en los cacerolazos, por ejemplo).
Hace poco leí una nota que tiene
que ver con esto. Se titula: La sociedad quiere dejar la grieta atrás (Guillermo
Oliveto, La Nación, 1 de diciembre de 2015) y habla de que “la mayoría de los
argentinos, con madura lucidez; cree que no está ni todo bien ni todo mal”. En
porcentajes, dice que en el 2013 era el 45% de la población y, en el 2015, el
57 %.
Agrego un comentario nacido de mi
experiencia en la política, en relación con los votantes: entre un 25 al 30% de
la gente vota al peronismo, y un porcentaje semejante no lo vota nunca, siempre ha sido así, pero ese porcentual no significó
–ni significa- una grieta, palabra que tiene una carga negativa mayor, salvo en
sectores menores que odian a los que tienen otra pertenencia política. Fui
funcionario de la UNCuyo, y trabajé en proyectos con Radicales de la Secretaría
de Comunicación de la Nación durante el Gobierno de la Alianza sin ningún problema,
lo mismo sucedió en la Red de Vinculación Tecnológica (Red Vitec) durante los
Gobiernos kirchneristas donde participaban representantes de Universidades con
Gobiernos peronistas y Radicales. Se discutía, se peleaba a veces, pero no
había ninguna grieta.
Muchos de mis amigos y conocidos
anti K justificaron su voto contra Scioli en el rechazo a Cristina porque había
dividido al país, o sea en la grieta; esto tuvo un impacto electoral no
mensurable, pero, si tenemos en cuenta la mínima diferencia con que se
resolvieron las elecciones, es parte de las causas por las que Macri es Gobierno.
En algún momento de estas discusiones preelectorales, se me ocurrió preguntarme
si esta idea de un país dividido en dos por esa “grieta” era real, o era propia
de algunos espacios más acotados: las redes sociales, algún sector de la clase
media urbana, ciertos programas de televisión, porque, realmente, hay mucha
gente que ignora el tema, o no le da importancia.
¿Hasta qué punto el mundo de las
redes sociales, en las que las plataformas se crean a partir del modelo de la
vida real (por ejemplo, el chat trata de reproducir las condiciones y buenas
prácticas de los diálogos de la realidad) agrega el valor que se dice o que se
plantea en la teoría?
Se destaca el valor que tuvieron
en la primavera árabe, hemos visto convocatorias sociales importantísimas, se
utilizan mucho en las relaciones personales hasta reemplazando las de verdad (charlas
cara a cara, abrazos físicos, etc.), pero, en general, no queda nada perdurable
de eso. Paradójicamente, los Comunicadores al servicio de Corporaciones o han
encontrado un canal valiosísimo que les permite llegar –con poco gasto, además-
a millones de personas para venderles objetos o servicios o para hacerles creer
ficciones a partir de verdades a medias o mentiras directas. La “grieta” es un
claro ejemplo de esto y del poder de su uso eficiente, y poco ético. Los
detentadores del poder han comprendido perfectamente lo que dijo en una
entrevista Zygmunt Bauman, el autor de La modernidad líquida: “Mucha gente usa
las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al
contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único
sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de
su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero
son una trampa.”
Este un tema muy amplio y
profundo, y mi intención era solo plantearlo. He terminado en una entrada muy
larga que deja, además, muchas cosas sin desarrollar, pero prefiero que sea
así, y veremos si se puede –ojalá podamos- seguir aportando al conocimiento y comprensión
de esto.